jueves, 20 de enero de 2011

-XI-El joven en el espejo



¡Estoy desesperado! Estos últimos días me he acercado constantemente al espejo de mi habitación. No encuentro explicaciones o razones de valor para decirte el por qué de este comportamiento, sólo entiendo que lo hago.
Miro, analizo, observo lo que hay en él. Parecen líneas trazadas por manos inexpertas en este arte del dibujo y me burlo porque no tienen el mismo talento que las mías. Se siente bien hasta que caigo en cuenta de que esas rayas groseras dan forma a un rostro familiar, ¿lo conozco? Sus ojos, sus labios... esas muecas, esos guiños...
¿Y qué veo? Veo a un joven miserable, un joven que va perdiendo esa llama que hace tiempo atrás se agitaba en su interior y que por esas cosas de la vida se ahogó.

Lo curioso del asunto es que voy al encuentro con ese espejo día tras día y noto los cambios en ese personaje. Sus ojos se enrojecen, los parpados caen y las ojeras se alargan en un gesto desesperado por soltar el llanto. Los labios se apretan para no dejar escapar ruidos animales y el cabello se vuelve pajoso, como una maleza maltratada por una pata de perro. ''Pobre chico'' dije en ese entonces, sin saber lo que me aguardaba el futuro. ''¡Pobre de aquel que no pudo disfrutar lo que tuvo en algún momento!''. ¿Y qué iba a saber yo? Si tan sólo soy un joven travieso y solterón, quizás también amante de la bebida y la noche. Mucho no sabía hasta que llegó el horror a mi corazón.

El día que decidí escribir esto fue el que me acerqué por última vez al espejo de forma inconciente. Fue un día Viernes 21 de Enero en que al ver aquellos ojos llorosos por la pena, esa boca reseca por el trago y ese ceño fruncido por la ira, me di cuenta que eran los deprimentes rasgos de mi rostro. Entonces sólo me vino una pregunta a la mente... ¿Cómo llegamos a esto, Diego?



Diego Valdés León.